domingo, 15 de noviembre de 2015

Velika capitulo 1 ( parte 11) Una madre


Velika

Capitulo 1

Una madre
( undécima parte)

El 12 de Agosto de 1904, el pueblo y la realeza rusa estaban de fiesta, había nacido el Zarèvich. Con la noticia recordé aquel niño que apareció en mi sueño dándole la mano a Velika. Ese sueño en especial lo he tenido siempre presente, un anuncio premonitorio de la oscuridad que vendría con los años, pero en ese año en particular, teníamos como familia nuestras propias amenazas.
En el hospital se habían dado cuenta como las frecuentes visitas, de ciertos pacientes, no estaban relacionadas con su salud personal, sino con un posible experimento del doctor Gusev.
Dos colegas de mi esposo habían dado parte al director del hospital sobre un asunto intimo; aquellos a quienes les abrimos la puerta de nuestro hogar habían expresado formalmente en una reunión, sin la presencia de mi esposo, de que algo aquejaba a nuestra hija. La niña no parecía desarrollarse como cualquier niño, y era seguro que el doctor Gusev, estuviese intentando curar la enfermedad de su hija, utilizando recursos del hospital.
El resultado de estos rumores fue simple: mi esposo renunció, cuando se le exigió que hablase sobre la salud de Velika. Nikolai fue determinante, de ninguna manera permitiría juzgar su desempeño profesional en base a cualquier problema perteneciente a su vida personal.

Cuatro años alimentando a la niña de sangre humana. Tuvimos suerte de marcharnos antes de que se ampliara la investigación, porque la mayoría de los donantes eran ladronzuelos o sujetos que dirían lo que sea por unas cuantas monedas.



Pasamos diez años con cierta tranquilidad, sin cambios notables en la salud de Velika, ni en su desarrollo físico. Su aspecto continuaba siendo el de una niña de cinco años, esto posiblemente se debía a una consecuencia directa de su alimentación. Velika desafiaba la ciencia y el cariño de padre ya no permitía que Nikolai quisiera investigar o hacer más pruebas en la niña. Nada se podía hacer al respecto, incluso Friederich S. perdió las esperanzas y aceptó que su pequeña amiga era un vampiro.

Las cuestiones políticas inquietaban a Nikolai, fue un alivio vivir refugiados en los bosques, la disconformidad de los ciudadanos cansados del sometimiento se convertía en una amenaza para las dinastías de Europa, y mi esposo temía que todo terminara en una revolución sangrienta y definitiva. Es de esperarse, que cuando las injusticias gestan al odio, éste sea imposible de detener y sus raíces terminen alcanzándote.
En Mayo de 1915, mi vida cambiaria con la peor de las noticias. El hombre que amaba, mi compañero, mi adorado Nikolai, estaba muerto. Regresando de un viaje que había realizado para atender una familia sufrió un asalto y sin piedad lo asesinaron.
Junto con su defunción me informaron que sus homicidas fueron hallados rápidamente por la policía del Zar y ejecutados de inmediato.
Velika me acompañó, juntas nos trasladamos a una morgue, a reconocer su cuerpo y traerlo devuelta a su hogar. Decidimos que descansara eternamente en nuestra propiedad, cerca de nosotras.
Los días transcurrían, y mis deberes no me permitían convertirme en una viuda doliente. Quería pasar mis días llorando en la oscuridad pero, sabía bien, que Nikolai nunca me  hubiera perdonado si permitía que el dolor me convirtiera en un pájaro sin nido.
Tenía una hija y con la muerte de mi esposo tomé conciencia de lo que significaba Velika en nuestras vidas.
Recibimos dos meses después una extraña carta de Duscha, donde por orden del tío abuelo de Velika, nos escribía avisándonos que en Estambul nos esperaba una casa acondicionada para que ambas viviésemos tranquilas y nos alejáramos de los disturbios que iban creciendo por todo el país.
 No comenté nada al respecto con Velika. Llegaron dos cartas más. 
Me pareció un atropello que insistiera pidiéndonos que nos marcháramos, y realmente me puse furiosa al intuir que quizás fuese mi esposo quien hubiera realizado este pedido. Me enfurecía la idea de que mantuviese contacto con la niñera a mis espaldas. Me enfurecía que me considerara incapaz de tomar decisiones por mi cuenta.
Mi esposo se ocupó personalmente en conseguir donantes para la sed de nuestra hija. Nunca me vi forzada a ser parte directa de sus actividades y cargó sobre sus espaldas el secreto, al igual que los que amamos a Velika, pero sé bien que como profesional hubiese guardado el mismo recato con un paciente. Sin embargo, la nobleza de mi esposo nunca fue retribuida. Cuando sus colegas pudieron perjudicarlo, lo hicieron. Y me dolía que no tuviera suficiente confianza en mí, para revelarme todas sus preocupaciones.
Porque había otras situaciones penosas que yo desconocía.
A través Rupert me enteré que, durante años, el sepulturero encargado del cementerio donde estaba Irina había pedido pequeñas y constantes sumas de dinero a Nikolai , a cambio de guardar silencio, sobre el destino de la bebita nacida de un vampiro.


Continuará...




Velika © Autor Adriana Cloudy
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