sábado, 31 de octubre de 2015

Final del cuento celebrando HALLOWEEN 2015

Amigos lectores, gracias por acompañar una de mis celebraciones favoritas, la que permite jugar con esos fantasmas, vampiros y monstruos que tanto me divertían de niña.
Para todos un FELIZ HALLOWEEN  sean bendecidos por la Luna.



Lo esperado
 el final del cuento.


               La mujer del retrato
Parte II

Con la suma recibida a Pablo Silmetti le alcanzó para comprarse un pequeño auto y se dedicó a dar vuelta alrededor de la residencia tratando de dar con la modelo. Un par de noches se asomo entre los arbustos que mantenían la privacidad de la propiedad y creyó ver a la chica que buscaba. Para la primera semana Pablo sentía que iba a volverse loco, había salido de aquella conversación con mucha rabia , podía haberse reído en la cara del paralítico pero, lo indignaba pensar que ese millonario, lo consideraba un idiota fácil de engañar con un ridículo drama paranormal.
Torturado por esa intriga le contó lo sucedido a su hermano menor Teo, cuyo apodo abreviaba los tres nombres que tenia Tadeo Elmer Orlando, y que además de ser su mejor amigo, se portaba como un devoto hermano que no dudaba en compartir dichas y problemas con su hermano mayor. Teo era un jugador empedernido, siempre rodeado de deudas, y cuando se enteró que Pablo ya había recibido su paga fue a buscar un poco de dinero. Le cayó mal la broma macabra que le había jugado el viejo ricachón a  Pablo, de seguro gustaba asustar ingenuos, para luego contar entre sus pares que había descubierto otro estúpido de quién reírse.
Apostaron al que viejo mantenía escondida a su hija, y con ese cuento, esperaba a futuro vender todos sus cuadros como objetos embrujados en una subasta. 
Ellos dos iban a terminar con la leyenda urbana de Moravia.


Dos semanas después del encuentro con el millonario, Pablo y Teo decidieron ingresar a la medianoche, en la residencia. La idea era dar con la señorita Moravia y pedirle que los ayudara a cobrar el dinero prometido por su padre.

Al trepar la verja Pablo vio lo que estaba oculto bajo la ropa de Teo.

- ¡¿Por qué trajiste un revolver!?

- Es una simple precaución ¡Vamos!  y no te preocupes solamente es para asustar por si alguien nos sorprende.

Pasaron al lado del atelier que permanecía totalmente oscuro, no estaba su modelo esperándolo como  a él le hubiera gustado, para tomarla de la cintura y besarla. Salir de ahí acompañado de la hija de Moravia al estilo de una vieja película  romántica en blanco y negro.
Ingresaron con facilidad en la casa. El silencio era absoluto, sin alarmas, sin perros, sin vigilantes. Dieron vueltas por los cuartos golpeando despacio cada puerta para no asustar a la mujer que buscaban. Hasta que, en el dormitorio principal, confirmaron que la casa estaba vacía.
Los armarios abiertos y sin ropa. Una cama sin sábanas y ni un rastro de que esa noche fuese alguien a dormir en aquel cuarto. Sobre los muebles, la única señal de los Moravia, eran fotos que estaban prolijamente ubicadas junto una serie de cofres. Y obviamente, estos cofres, guardarían dentro joyas de gran valor. Basto con abrir el primero para confirmarlo. A Teo le brillaron los ojos con el mismo fulgor que la luz reflejada en los diamantes.
El hermano menor de Pablo conteniendo la respiración se llenó los bolsillos de broches, collares y pulseras sin escuchar los reclamos y maldiciones de Pablo.

-  ¡Idiota deja eso! ¡No vinimos a robar!

- ¡Nunca tendremos otra oportunidad!- respondió Teo con entusiasmo, pero sin levantar la voz.

Y salió del cuarto decidido a huir con las joyas. Pablo lo manoteó cuando intentaba descender por la escalera; Teo fastidiado lo empujó hacia atrás. Las joyas se iban, su hermano menor no quería renunciar a ellas. Pablo volvió a tironear del hombro del ladronzuelo.
 Los dos  allanadores se trenzaron en un forcejeo  que los hizo perder el equilibrio en el primer escalón. Teo rodó hasta el final de la escalera, produciendo un ruido seco su cuerpo se contorsionó y su cabeza terminó girada en 180 grados.
Pablo tuvo más suerte, se detuvo la mitad del trayecto hacia abajo, sin romperse ni un solo hueso. Mareado pero consiente descendió lo que faltaba arrastrándose hasta llegar a Teo. La conmoción no impidió que se diera cuenta que su hermano menor estaba muerto. Pablo gritó por ayuda. La casa siguió en silencio y a oscuras.

Gritó otra vez. Nada.

Una hora permanecieron en el suelo. El artista totalmente recuperado tuvo que aceptar que había matado a Teo. Lloró desesperado durante otra hora. Tiró con violencia de su pelo y de la misma forma se golpeó el pecho. Era su culpa. Finalmente tomó el arma que seguía en la chaqueta de su hermano.
Pablo cerró los ojos y puso el arma en su sien. No podía. Era un cobarde. No podía. Tenia que hacerlo. Apretó los parpados para tomar su última decisión. Pero un ahogo mortal  lo hizo abrir los ojos nuevamente. La sensación de que se moría.
 Sangre.
La sangre se deslizaba por su pecho como una cascada. Un disparo en la cabeza no podía permitirle sentir lo que sentía. Se tocó débilmente el cuello.
Sangre.
Y frente a él sonriendo su musa...La mujer del retrato.
En la mañana los cuerpos de Pablo y Teo Silmetti fueron descubiertos por los sirvientes y enseguida llamaron a la policía. No encontraron el arma de fuego, en cambio, en la mano de Pablo estaba la navaja responsable del corte en su garganta y en los bolsillos de su hermano seguían las joyas sustraídas del cuarto.
Los empleados explicaron a las autoridades que cuando el señor Moravia no estaba en la residencia ellos, sólo acudían cada mañana para mantener todo limpio, no tenían necesidad de un cuidador, porque los vecinos habían echado a correr el rumor que en la noche aparecía un fantasma en los jardines y esa superstición mantenía alejado a cualquier intruso. Los oficiales revisaron el primer piso, la única testigo de esa noche fatal era ese rostro femenino pintado en los veinte cuadros.

La noticia atrajo a los diarios y la leyenda del fantasma se difundió rápidamente. El señor Moravia manifestó, a los curiosos periodistas, que era una pena la pérdida de un gran artista como Pablo Silmetti y lo apenaba no poder contar con su talento para realizar otro retrato, el próximo año.
Para la justicia era acciones humanas las que provocaron el desenlace. Un intento de robo y un suicidio.

Nadie imaginaba que en realidad el fantasma que tanto anhelaba convocar el millonario existía.
Porque suele suceder, que un daño provoca un dolor tan feroz, que transforma a un ser en invisible dándole la libertad para vengarse una y otra vez.
Muy joven, para soportar en su alma el horror, se convirtió en un fantasma. 
A ella habían querido violar, a ella defendió su hermana mayor. Tenía trece años, cuando conoció aquel miserable; fue una tarde que  esperaba ser  presentada al señor Moravia, el esposo de su hermana.
El paso de los años hizo que jamás nadie preguntara por ella. Cada artista con su vida la ayudaba a recuperar lo que había perdido...cada año, ella, se parecía más a la mujer de los cuadros.






               FIN 


Autor Adriana Cloudy Menteimperfecta
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