jueves, 17 de noviembre de 2011

Novela: Mensajes para un gran amor Capitulo 5 (primera parte)



CAPITULO 5


Pecados eternos
(primera parte) 



Víctor Valente todavía no podía creer lo sucedido ¡Una entrevista a su madre! Estuvo molesto todo el día, incluso cuando despidió a Jacqueline en la estación de tren. ¡Esos dos infelices de dónde habían salido! No discutió con su madre sobre el asunto, la quería y respetaba. No iba a realizarle ningún reclamo. Se encerró en su cuarto después de cenar, para seguir revisando las cartas dirigidas a Ester.

Hasta ahora las primeras epístolas eran todas similares. El remitente rogaba que le contestaran y juraba amor eterno. La carta que abrió esa noche dejaba notar el profundo temor del enamorado, a causa de las reacciones del padre de su amada. Aparentemente don Benito lo había confrontado.

- Parece que el viejo Molinari descubrió la relación entre ellos dos. Si se trataba de un socio de Benito, tendría casi la misma edad que el viejo. No le habrá gustado nada enterarse  Lucio estaba interesado en su hija. Sobre todo siendo Molinari, un hombre tan autoritario y celoso como dicen todos en el pueblo.

Comentó en voz baja Víctor mientras releía las palabras impresas en la hoja de papel. El profesor no podía dilucidar cuál seria la razón para tanto temor de parte del pretendiente por el destino de su relación. Hasta ahora notaba en la lectura, que un amor sincero había nacido entre Lucio y Ester. En su época no era raro que hubiese una gran diferencia de edad entre el hombre y la mujer. Se podrían haber casado tranquilamente. Pero, es cierto que toda mujer decente y encima siendo parte de una familia de alta sociedad, necesitaba la aprobación paterna. Al parecer Benito se había negado. Posiblemente considerando que ella era demasiado joven para él.

Eso dejaba entender la siguiente carta:

“...Tu padre desea lo mejor para ti. Aunque yo sea mucho mayor, no puedo evitar verte como la mujer que deseo convertir en mi esposa...”

 Lo que seguía, era más interesante:

“...Soy tu hombre para siempre y tú siempre serás mía como en todas esas tardes que disfrutamos juntos,  amándonos.”

Víctor sonrió maliciosamente. Ahí surgía una clara señal. No eran tan inocentes las intenciones de Lucio. Resultaba ser hombre maduro, que pasaba sus tardes en brazos de una adolescente.
Víctor  se alegró interiormente de que el viejo Molinari haya tenido semejantes dolores de cabeza, con su hija favorita. No obstante, el viejo con sus aires de padre estricto y moralista, se destacó por ser un verdadero hipócrita. Porque todo el pueblo comentaba, que a quién le gustaba llevarse a la cama a más de una jovencita quinceañera, era justamente a don Benito.
Podía escribir el libro a partir de estas contradicciones en sus actitudes como padre. Sus celos paternales sería un buen enfoque. Sin embargo, había algo extraño en el triangulo: Primero estaba la excesiva admiración de Ester por su padre. Ella hablaba de su amor por Lucio como si todo hubiese salido bien. Lucio supuestamente se había ido por razones personales, pero su recuerdo perduraba de una forma  demasiado dulce y romántica en la cabeza de la anciana. Y si muestras de rencor; aceptando la separación como parte del romance. Por otro lado, estaban las cartas que obviamente  fueron escondidas por el padre de Ester para impedir la continuidad de la relación.
Podría ser que ella  hubiese hallado la manera de convertirse en la amante de Lucio. Aparentó por años dedicarse a cuidar de su progenitor y vivir encerrada en su casa. Mientras tanto la mujer disfrutó de una apasionada relación  a escondidas de  Benito. Víctor  soltó una carcajada.
Se imaginaba a Ester inventando excusas a su padre para encontrarse con su amado. El viejo Molinari, orgulloso de ejercer un gran poder sobre la vida de su hija; nunca supo que había sido engañado de la forma tradicional, con mentiras de todos los colores. Los enamorados habían ganado la partida.
Faltaba leer más cartas, pero Víctor podía sumar esta historia a otros escándalos, que estaba seguro iría descubriendo. Eran famosos los vínculos de Molinari con mujeres del pueblo y por supuesto, las estafas a los ciudadanos locales, solo eso faltaba corroborar, el punto que más interesaba al profesor. Satisfecho con el rumbo que tomaba la historia meditó un rato sobre el inconveniente ocurrido con Florián Di Marco y el muchacho con el que apareció en su casa. Estaban  grabando entrevistas  para realizar un documental. Un documental sobre la desaparición de una joven hace cuarenta años. Ciertamente el hecho estaba vinculado con los Molinari. ¿Qué pretendían con el documental?

 -Debo averiguar cuales son las ideas de ese par. No quiero que se metan con la familia Molinari y  estropeen mis planes- concluyó, Víctor.

La mayor parte de la vida del terrateniente transcurrió en su lugar de trabajo y mantuvo recluidas a sus hijas en la mansión. Excepto a la menor, cuyo recuerdo parecía borrado de la historia familiar. El rastro de aquella joven permanecía oculto en la casa y también su destino. El profesor no admitía la continuación del documental ni que le robasen información que podía incluir en su libro.
Víctor , vigilaría con atención, las actividades de los dos entrometidos y los sacaría del medio si era necesario.



Sor Inés soltó el diario, cómo si se tratase de un brasa caliente. No estaba escrito por Dalila.
¡Era el diario personal de su padre! Dalila se lo había llevado al hospicio.
La noche que la internaron lo escondió entre sus pertenencias. ¿Cómo lo habría conseguido?
 ¿Y para qué robarlo?
La religiosa estaba asustada e indecisa. Correspondía devolverlo al director de la clínica. No era la vida de Dalila la que estaba en esas líneas, sino la de Benito Molinari. Y no estaba segura de que quisiera conocer detalles personales de su vida.
La monja guardó el diario dentro del bolsito rojo, sin leer la siguiente página. Se arrodilló junto a su cama para rezar. Las oraciones la ayudarían a decidir que era lo correcto por hacer.
En realidad, Sor Inés, estaba completamente segura que a través de ese diario conocería las acciones del padre de Dalila y Ester,  y su responsabilidad en la salud mental de su hija menor.

- Si la hija le robó el diario, sus razones tuvo-comentó para sí.

 Sólo ella sabía que Dalila robó semejante objeto. El director de la clínica le había  asegurado que nadie tuvo acceso a él.  Entonces Sor Inés se dio cuenta,  que el hallazgo le permitía ayudar  a su amiga Teresa. Tenía enfrente una fuente directa de información. Si era un pecado leer el diario lo consultaría en la mañana con el sacerdote del convento. Esa noche guardó el libro de cuero y se durmió; sabiendo que en sus manos tenia la confesión desnuda de un hombre. Un hombre que siempre fue una importante figura de autoridad en el pueblo. Un hombre que afectó el destino de varias personas para bien y para mal.








Continuará...

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Mensajes para un gran amor
AUTOR: ADRIANA CLOUDY
2010 ARGENTINA © TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

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